El Miedo a la Libertad
Un niño muy pequeño está escuchando a su padre, que grita a su madre en forma exagerada.
Puede mirar el rostro de furia, las palabras subidas de tono, los gestos desafiantes por un lado, y por el otro, puede sentir el mismo miedo que siente la madre.
Si, en una situación extrema, ese niño presencia constantemente este cuadro, terminará por identificarse con alguno de ambos progenitores o, posiblemente con los dos, según la circunstancia.
Cuando crezca será autoritario y abusivo en el caso en que disponga de poder, como el padre, o se identificará con una víctima, y será cobarde y sumiso como la mamá, cuando no tenga poder. Será un radical, un fanático incapaz de meditar equilibradamente las cosas, con respuestas precipitadas o, en caso contrario, será incapaz de tomar decisiones por sí mismo y buscará ser dañado, maltratado.
Lo que no será es una persona equilibrada.
Este punto de vista es determinista en la medida en que esa persona no sea capaz de identificar ambos sentimientos y ponerlos en su justo lugar.
El psicoanálisis permite, justamente, identificar la causa de nuestros actos. Aparte de si somos seguidores del psicoanálisis, esta figura primaria puede ser universalmente reconocida: De lo que se trata es de ser conscientes de nuestros sentires, de explicar nuestros actos y de madurar hasta vencer las inercias que en determinado momento se convierten en lastres en nuestras vidas.
Desde el punto de vista social, es curioso cómo en el Perú y en otros países con los mismos traumas y complejos, una gran parte de la población apoya a un gobierno que abusa del poder. Un gobierno que, en el caso nuestro, modifica los resultados electorales, impone en forma ilegal una candidatura, que anula la posibilidad consagrada en la propia constitución hecha a pedido, de realizar un referéndum. Un gobierno que utiliza los peores métodos para perpetuarse en el poder. Y todo eso, según mucha gente, es justificado y justificable. ¿De qué estamos hablando?
Nadie en su sano juicio puede avalar lo que aquí ocurre: una banda de delincuentes que tortura a los que se oponen, que asesina y que luego deja libres a los asesinos, no puede ser justificada por nadie que tenga un ápice de decencia. Un gobierno que impone su poder sin límites, que cambia resultados de votaciones, que chantajea a los que se le oponen.
Un pueblo que acepta el abuso de unos sobre otros es un pueblo abusivo, pero cuando ese abuso es sobre el mismo pueblo, es masoquista.
El poco apego por los valores democráticos responde a una suerte de inmadurez de gobernantes y gobernados.
Decir que esta es la única forma de gobernar a nuestro pueblo, es tan absurdo como creer que un padre debe maltratar a la mujer, porque su familia no es capaz de gobernarse por sí misma, porque sus hijos son inmaduros. Sólo es posible madurar psíquicamente estableciendo en el hogar reglas claras (leyes que se respeten) y no bajo la férula del deseo inopinado, del capricho o de la simple voluntad de quien ostenta el poder, en este caso, el padre.
Existen muchos “motivos” para aceptar un gobierno autoritario.
El primero es la conveniencia de identificarse con el autoritarismo, en vez de ser la víctima. Esta dicotomía sólo existe cuando se tiene el temor de ser víctimas, es decir, en una regresión del cuadro descrito en el primer párrafo.
Por supuesto que es mucho más difícil plantear las cosas en términos de libertad. Cuando los ciudadanos se reconocen como seres libres, tienen responsabilidad sobre sus actos. Entonces, deben responder acerca de ellos. Más fácil es volver a los patrones infantiles y volver a lo conocido que, aunque dañino y destructivo, es nuestro patrón de referencia.
En plena era del nazismo, el psiquiatra austríaco Alfredo Adler describió el autoritarismo como una suerte de inmadurez psíquica, por la cual el sujeto se identifica con la parte irracional que se impone a la otra parte.
Nuestro cerebro está dividido en una parte autoritaria y una parte dócil. La parte autoritaria se impone a la otra parte, entonces ejercemos nuestra autoridad sobre los demás. Apoyar el autoritarismo es aceptar la autoridad ajena, es decir, una muestra de debilidad.
Es, en otras palabras no aceptar nuestra responsabilidad en el gobierno de nuestros actos. El Perú, en ese sentido es un país en el que no se ha madurado ni se ha llegado al equilibrio, cual es aceptar las posiciones contrarias.
El autoritarismo es un retroceso en nuestra madurez como nación.
lunes, 8 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario