Hace tiempo me preguntaba por qué algo como la música, que, aparentemente, no significa nada, nos puede gustar tanto a los seres humanos.
Cada día se producen millones de melodías y canciones en todo el mundo. De un modo inexplicable, desde que el hombre adquiere su cualidad humana, los pueblos han creado expresiones musicales, que si bien siguen determinadas normas y reglas, o lógicas en sus estructuras, no son en absoluto racionales. No tienen una significación racional.
Mi intento de respuesta tiene que ver con las leyes que rigen el cosmos. Nos gusta la música porque nos pone en contacto con sus leyes. La armonía es la primera de estas leyes. Esta proviene del equilibrio entre distintas fuerzas, entre la sutil conjunción de los elementos. El ritmo es otra ley, siempre presente. Proviene del constante latir del universo.
El ser y no ser de las cosas se expresa en el tiempo, en los silencios. Luego el timbre, la intensidad, y finalmente la pasión, como el factor inexplicable que hace del todo un ser vivo, que palpita.
Si el ser es racional, como propone Hegel, la música, a pesar de su racionalidad, no se explica por esta; como tampoco el universo puede explicarse por la razón, a pesar de su presencia en los objetos.
Pero las leyes del universo tienen dos tipos de niveles que no se corresponden, que solo se engarzan, pero no están unidos en relación directa de causa y efecto: Los universos interiores y exteriores.
De este modo, la música que nos pone en contacto con nuestro ser interno, solo funciona si está en armonía con las leyes de la física.
Alguien me preguntaba hace poco acerca de ritmos como el rap, que prescinde de la armonía y se centra en un elemento rítmico básico. A mi entender, esta manifestación representa la profunda fractura interior de este tiempo, totalmente alejado de las leyes del universo y de la naturaleza. Solo percibimos lo más simple, pero prescindimos de elementos armónicos en nuestra mediatizada vida.
¿Por qué el hombre promedio de nuestro tiempo, no puede escuchar una canción de más de tres minutos, sin perder interés?
La respuesta es muy obvia. No estamos conectados con nuestro mundo interior, ni con la naturaleza, ni con el todo. Nos distraemos con pensamientos externos.
sábado, 3 de noviembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario